jueves, 22 de marzo de 2018

La Carta Secreta

Luego de que Maytté terminara de recordar aquella escena, varios sentimientos se le
vinieron encima, por un lado se le vino la alegría de esa noche y la nostalgia que ocasionaba el recuerdo; por otro lado se lleno de tristeza y; por otro lado se llenó de odio, sí, de odio, un odio incomprensible, un odio amoroso, un odio innecesario, un odio inexistente. Maytté no lo pensó más, y entonces tomó papel y lápiz, para escribir aquella carta que, muchas veces la cobardía la obligaban a desistir.

Dejó a un lado su trabajo, tomó consigo el libro y lo llevo hasta su oficina principal; aquella tarde ella estaba sola en casa, Marcos, su esposo, la había llamado para informarle que llegaría un poco tarde del trabajo; Luis, su hijo, estaba en la escuela y, recién salía a las seis de la tarde; eran apenas las cuatro de la tarde, de manera que Maytté tenía el tiempo suficiente pasa desahogarse todo lo que ella quería; se sentó sobre su sofá preferido y, escribió:

<<Sr. Luis Leonardo

Hoy, luego de recordar la vez en que me regalaste aquel libro de cocina, me atrevo a escribirte unas cuántas líneas; la verdad es que, deberías considerarte muy afortunado, nunca antes me había atrevido a escribirle a gente de mi pasado pero, esa fortuna no es completa porque, aunque esta carta está dirigida a ti, ten por seguro que nunca la recibirás, no, esta carta jamás será leída, ni por ti ni por nadie, no mientras yo viva. 

Si hay algo que me cuesta olvidar, mejor dicho, me niego a olvidar, es aquel momento en el que te conocí ¿lo recuerdas?; yo estaba interesada en hacer una exposición para uno de los cursos que llevaba en el instituto, para ese entonces yo era estudiante de "Administración de Empresas" (carrera que por cierto dejé al segundo ciclo pues, gracias a ti, descubrí que ese no era mi rubro), de manera que fui a la biblioteca municipal y cuando entré, ahí estabas tú; recuerdo que vestías un saco negro, zapatos marrones, pantalón azul, camisa a rayas y una corbata de cuadritos (yo no sé, quién te enseñó a hacer esas combinaciones con tu vestimenta pero, en fin, ese era "tu estilo"); recuerdo también que llevabas en la mano un portafolio ligero, probablemente sólo para impresionar y, sí que me impresionaste; de pronto, nuestras miradas se cruzaron, un "hola" fue suficiente para empezar nuestra historia. Historia que hoy no tiene sentido; maldito el momento en el que correspondí tu saludo, maldito el momento en el que te miré, maldigo ese día en que nos conocimos.

Te puede parecer un poco extraño pero, de la misma forma en que hecho maldiciones a ese día, de esa misma forma e intensidad  lo bendigo; sí, bendito sea el día en que nos conocimos, bendito ese momento en que te cruzaste en mi camino; tu me ayudaste a ver la vida de otra manera, me ayudaste a descubrir mis talentos en la cocina, me enseñaste que el amor no sólo es besar a alguien, me enseñaste que los rumores de la gente no tienen peso cuando sabes lo que quieres, me enseñaste el verdadero sentido del romanticismo.

Ay Leo, mi Leo; no sabes cuánto te extraño ¿Recuerdas nuestra primera cita?; habían pasado dos semanas, desde que me regalaste ese libro de cocina y de pronto decidí llamarte para pedirte nos viéramos en el puentecito aquel; ese día yo estaba nerviosa, no recuerdo que pretexto te inventé para que vinieras a ese sitio, nuestra cita era a las tres de la tarde, obviamente yo fui antes para verte llegar; todavía recuerdo cuando llegaste a ese puentecito, mirabas por todos lados un tanto desconcertado, no tenías idea de lo que pasaría esa tarde; entonces me aparecí, nos saludamos como siempre (pero tú seguías consternado), empezamos a hablar sepa Dios de no sé qué y, no me resistí más y te besé; debes admitir que ese "primer beso" fue bastante torpe (nuestros labios no se encontraban), luego lo volvimos a intentar u entonces nuestros labios ya no se querían separar. Pero ahora, no sólo nuestros labios, sino todo nuestro cuerpo están separados, muy distanciados, ya ni sé dónde estás, te he perdido el rastro. ¿Será que tu también me recuerdas? ¿Será que tu también quieres volver a besarme, de la forma en que yo quiero? ¿Será que tu también quieres volver a ese puente?.

¿Sabes Leo? Te amo, pero también te odio, y la verdad es que no sé ¿Qué es más fuerte? ¿Si mi amor por ti o mi odio hacia ti? Sí mi amor, también te odio, te odio porque te rendiste rápido, te odio porque te fuiste sin decirme que volverías, te odio porque cuando volviste no intentaste recuperarme ¿Qué pensabas?¿Qué yo siempre daría la iniciativa? Leo entiende, si bien es cierto que tu y yo no teníamos nada planeado pero, estábamos camino a ello ¿No es así?, y de pronto empezaste a comportarte un poco raro, ya casi ni te veía y sin mediar palabra alguna de un momento a otro tu ya no estabas; te busqué, te llamé, te escribí, todos los sábados por la tarde iba a ese puente pensando que allí te encontraría, pero no, todos mis esfuerzos fueron en vano, tú ya no estabas; y cuando por fin, luego de casi un año, decidiste escribirme, lo único que me dijiste fue -perdóname, no me vas a entender, te sigo amando pero, no puedo volver- ¿Sabías tú que esas líneas no dicen nada?. Y luego de tres años, cuando ya sólo falta un mes para casarme con Marcos, de la misma forma en que te fuiste, apareciste; ese día en que te paraste frente a la zapatería, tenía ganas de todo; tenía ganas de ir, abrazarte y besarte; tenía ganas de ir y golpearte; y tenía ganas de escapar, pero, no hice nada, me quedé inmóvil como si hubiese visto a un fantasma.

El día de mi boda había llegado, y, faltando escasas horas para ir al altar, me citaste a esa plaza en Trujillo ¿Para qué? ¿Para que sólo me des un beso y te vayas? ¿De qué me sirvió?, yo ya tenía todo listo, mis maletas estaban en la cajuela del auto, Juan (el taxista) estaba dispuesto a llevarnos a dónde sea, el conocía nuestra historia y quería ayudar; pero, tu sólo me besaste y te fuiste ¿Eso era todo?. Luego, en la catedral, pensé que allí sería la cosa; el Padre no dejaba de preguntarme si quería o no casarme con Marcos, y yo sólo te miraba pero, tú no hiciste nada ¿Acaso mi mirada no te decía que impidas la boda? ¿Acaso mi mirada, no te gritaba mi amor por ti? ¿Qué es lo que le faltó a mi mirada, para que tu te llenes de valentía; te pongas de pie, en medio de la iglesia, me tomes de la mano y me lleves lejos?¿Qué es lo que le faltó a mi mirada para que decidas rescatarme? 

Eres un ¡Cobarde!, no te mereces mi amor, menos esta carta, por eso juro que nunca la leerás. Eres un ¡Cobarde!, mil veces ¡Cobarde!, jurabas que me amabas pero no lo demostraste. Eres un ¡Cobarde!, y yo también lo soy, porque yo pude haber hecho esas cosas que hoy te exijo; yo pude haber tomado el taxi por ti y llevarte lejos, yo le pude haber dicho "No" al Padre y a Marcos en el altar; incluso ahora, yo puedo dejarlo todo y salir a buscarte pero, no me atrevo. 

En medio de mi cobardía te sigo amando, y te dejo ir, bajo el pseudo pretexto que haciéndolo, he de olvidarte. Pero, te amo, te amo con todas mis fuerzas y mis cobardías; te seguiré amando en secreto y en lo público. Yo sé que tú todavía me amas, yo sé que me piensas, yo sé que me extrañas, yo sé que aún me amas.

Besos...

Maytté>>

Maytté terminó de escribir su carta, la selló con sus labios rojos y la roció con el perfume que a Leonardo le encanta (ese con aroma a fresa); tomó nuevamente el libro de cocina, puso la carta en medio de ella, revisó la contraportada por última vez y, luego guardó el libro en medio de esas cajas empolvadas, que ya nadie revisa y que están ubicadas en el un cuarto de almacén de su casa. 


jueves, 22 de febrero de 2018

El Libro de Cocina

Un día de esos como cualquier otro, un día de esos como ninguno; un día de esos que a uno le traen recuerdos, un día de esos que uno no quiere ni verlos... eso era, ese día era uno de esos días en los que, Maytté andaba muy preocupaba y angustiada, días en los que se sentía sola, triste y abandonada, pese a tener a su familia al lado; días en los que quería volver al pasado; ese, ese era un día de esos...

Maytté estaba en casa haciendo notas de su trabajo, para presentarlas en una reunión de la semana próxima; una de esas notas, le exigía revisar un libro sobre los procesos evolutivos en la gastronomía peruana; y entonces, fue hacia su biblioteca y tomó un viejo libro denominado "Historia de la Cocina Peruana"; cuando sacó el libro de la estantería, Maytté se encontró con algo que, pensó ya había olvidado, Maytté se encontró con parte de su pasado, ese pasado al que quería volver pero que, de pronto no se lo permitía. Ese no era un libro cualquiera, ese era un libro especial; era su primer libro gastronómico, que lo adquirió cuando iniciaba su carrera; pero lo que hacía más especial a ese libro en particular, es que ese fue el primer libro que Leonardo le regaló.

Distraída ella, tomó el libro del estante, le quitó el polvo que tenía y lo abrió; al abrir el libro, Maytté recordó el momento en el que Leonardo se lo había regalado; su mente, inmediatamente retrocedió hace 8 años y, sin darse cuenta, visionó esa escena: 

Allí estaban ambos, uno al frente del otro, ese día Leonardo y Maytté decidieron salir a comer juntos sin ningun motivo de celebración, quizás la única razón de la salida era pasar tiempo juntos; Maytté había iniciado sus estudios de gastronomía en un Instituto local, Leonardo estaba a punto de graduarse como docente; la cena no fue gran cosa, ella pidió un "pollo canga" y él unas "costillas a la miel", decidieron tomar un vino cualquiera, y empezaron a conversar. Maytté le contaba sobre sus primeras aventuras gastronómicas en clase (los ojos le brillaban cada vez que lo hacía), Leonardo esta vez no quiso contar nada, sólo quería escucharla y compartir su alegría. La noche se hacía larga, ya los platillos, el vino y el postre se habían acabado; ambos habían comprendido que la velada estaba llegando a su final, entonces, en el momento menos esperado Leonardo rompió su silencio, y dijo:

- Te he traído algo y espero que te guste, no sé si fue la mejor elección pero, espero y te sirva de mucho...

-¿Qué es?- preguntó ella sonriente,

Leonardo tomó su morralito y sacó un sobre manila tamaño oficio, con algo en su interior

- Es mejor que lo descubras por ti misma- respondió él

- jajajaja..., que curioso regalo, nunca antes recibí algo así de misterioso, menos con éste tipo de envoltura- dijo ella, mientras abría el sobre

Cuando abrió el sobre, Maytté no podía creer lo que tenía entre sus manos; era la edición especial, limitada y comentada de "Historia de la Cocina Peruana"

- ¡Leo, tu siempre me sorprendes! (exclamó); no sé ¿cómo poder pagar o devolverte esto?, supongo que gastaste todos tus ahorros en él...

Leonardo sólo sonrió y le dijo: - ¿Ya has visto la dedicatoria?

Maytté abrió de inmediato el libro, y en su contraportada decía 

"Querida Maytté, 
en éste camino que has iniciado, es necesario que te consigas unos cuantos "acompañantes", sé que este libro será uno de ellos; quiero que lo uses y lo re uses, explótalo, de ser posible; y espero que en ese camino, me consideres a mi, como a uno de tus "acompañantes", quizás el más importante."

Luego de que Maytté terminara de recordar aquella escena, varios sentimientos se le vinieron encima, por un lado se le vino la alegría de esa noche y la nostalgia que ocasionaba el recuerdo; por otro lado se lleno de tristeza, y por otro lado se llenó de odio, sí, de odio; un odio incomprensible, un odio amoroso, un odio innecesario, un odio inexistente. Maytté no lo pensó más, y entonces tomó papel y lápiz, para escribir aquella carta que, muchas veces la cobardía la obligaban a desistir...