sábado, 27 de febrero de 2021

Lo siento, pero, esa no soy yo

Hace poco, me hicieron una pregunta medio curiosa ¿cuál sería tu “anti presentación”?; y, la verdad es que yo no tenía ni la más mínima idea de lo que ello significaba, es decir ¿qué quiere decir “anti presentación”?. 


Entonces, como no tenía idea de lo que ello significaba, y como que tampoco quería averiguarlo, lo relacioné con “¿qué es lo que el resto piensa que eres, pero que, en realidad, no eres?. Ello me recordó una vieja anécdota en uno de mis tantos viajes. No estoy seguro si ya se los conté, pero, si no, aquí va.  

Resulta que en aquella ocasión me habían designado representar a la institución en la que trabajo, en una reunión nacional de varias organizaciones de derechos humanos; la reunión sería en la sede central de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, ubicada en Lince (si mal no lo recuerdo) y, pues, cerca a dichas oficinas estaba el hotel en donde nos hospedarían. 


El caso está en que, como ustedes bien saben, en este tipo de eventos, por lo general, son los organizadores los que cubren con todos tus gastos, vale decir, tus movilidades, pasajes aéreos, alimentación, hospedaje y todo; obviamente previo a ello, hay que confirmar la asistencia y registrarse brindando todos tus datos para las respectivas reservas. Todo iba de maravilla, hasta que llegué al hotel.


Recuerdo que era de noche, cuando llegué, entonces me presenté en la recepción y les dije:


-Hola, soy Karol Vela, de San Martín, y tengo una reserva a mi nombre; soy del grupo de la coordinadora-


Quien me recibió, no dejaba de mirarme, se limpiaba los oídos y me volvió a preguntar mi nombre; aparentemente, escuchó mal o yo hablé muy bajito. Le volví a repetir todo mi discurso, y entonces, sacó un tablero en donde estaba la lista de quienes se hospedarían allí, para verificar si efectivamente esperaban a alguien con ese nombre. Vieron que sí, que estaba en la lista; el siguiente paso fue, ver en qué habitación es que me hospedaría, y ¿qué creen? ¡no tenía habitación!.


El joven me decía, -disculpe señor pero, no lo encuentro, parece que le reservaron en otro hotel- yo revisé mi correo impreso (todavía no usaba un smartphone en esa época) y le decía, -no, es aquí a donde me enviaron-. Volvieron a buscarme, una, y otra, y otra y otra vez, y no, yo no estaba en ninguna habitación. La hora avanzaba, yo tenía frío (era invierno) y estaba muy cansado. ¡No me encontraron!


No sé cómo, pero, se me ocurrió algo, tomé la lista de habitaciones y les dije; -¿pueden buscar en las habitaciones de mujeres?. El joven me miró medio avergonzado y un poco raro; pero, no le quedó de otra que hacer aquello que le sugería. Ya se imaginaran ustedes; sí, mi nombre estaba allí, en una habitación junto a otras dos señoras más (una de Ayacucho y la otra de Trujillo). Nos reímos, se disculpó y le dije -no se preocupe, me pasa todo el tiempo-. 


Lo bueno de esto, es que gracias a esa ligera confusión, tuvieron que mandarme a una habitación individual, antes que a una compartida, pues, ya todos tenían compañero de cuarto.


Entonces, regresando a la pregunta inicial; puedo decir que durante todo este tiempo fui antepresentado; y, mi anti presentación se debe básicamente a prejuicios; la mayoría de la gente que todavía no me conoce y no me ha visto aún, pero, cuando escucha mi nombre por primera vez, me relacionan o creen que se trata de una mujer, sí, una veinteañera de ojos azules a las que fácilmente se puede engatusar; y si por casualidad recibiste un mail mío, quizás pensaste que es una secretaria, a la que después de responderle, vas a usar cualquier pretexto para sacarle su número de cell (créeme que sí te lo daré); es más, varias veces me ha pasado que, previo a una exposición, los presentadores suelen llamar a -la Srta. Karol Vela- y verás la cara que pone y cómo es que tartamudean, cuando de pronto, ven que quien se acerca al podio, soy yo. 

Yo no sé ¿qué fue lo que te imaginaste cuando leíste o escuchaste mi nombre por primera vez? pero, si quieres comentarlo, estaré gustoso de leerlo.


sábado, 20 de febrero de 2021

¿Para qué sirve esto?

Bueno, la semana pasada les conté un poco acerca de esta nueva aventura, de esta iniciativa mía de poder escribir historias que puedan, de alguna u otra manera, conectar contigo; de poder, si se puede, sacarte una sonrisa, una lágrima, un poco de indignación y quién sabe, unas cuantas monedas (necesito auspiciadores, si gustas, luego te paso mi cuenta… je je je). 

Mira, inicialmente esto es algo que no lo planee, no, te lo juro; es decir, si escribía o bueno escribo (informes en el trabajo, y, en mis ratos libres poemas, historias y artículos de opinión). Los informes, pues, van a mi jefe o a quienes me lo soliciten; mis artículos de opinión se publican en un blog, un sitio web y en un diario de circulación regional; pero, mis poemas e historias, pocas veces los he publicado. 


Entonces, de un momento a otro y también por la motivación, a veces presión (no, mentira), de algunos amigos y amigas, me senté y me dije: -oye ¿qué tal si empiezas a publicar tus historias?, ¡sí!, ¡vamos!, ¡hazlo!; luego se las pasas a la gente y a ver ¿qué te dicen?-

Como ya les había contado, escribía y escribo; tengo un blog principal (www.kajovepi.blogspot.com), en el cual inicialmente, hace como 10 años o más, lo usaba para publicar algunas historias, pero, luego, lo empecé a usar para plantear allí mi opinión sobre algunos temas, que es lo que hago hasta ahora. Pasado algunos años, y en medio de encrucijadas de ida y vuelta, nace este segundo blog (sí, este que estás leyendo); al principio, pensaba hacer de esto, una especie de blog novela. 


Sí, una novela, novela, que tenía como protagonistas, mejor dicho, tiene como protagonistas, a un par de locos enamorados (Leonardo y Maytté); quienes andan de aquí por allá tratando de conquistarse el uno al otro. Dos locos que, se gustan, se quieren, se aman, se desean, pero que, sepa Dios por qué, nunca andan juntos, es más, hasta tienen caminos separados. 


Durante este tiempo he tratado de averiguar ¿por qué es que no pueden estar juntos?, quizás, el problema sea el destino, el trabajo, su ubicación geográfica, diferencias de horarios, falta de liquidez en sus cuentas bancarias, no lo sé; o tal vez el problema sea yo, que soy el que está escribiendo la historia y, pues, no los quiere juntos (o ¿sí?). 


Ahora, si has logrado chequear todo el contenido de este blog (y si no lo has hecho, te invito a hacerlo), te habrás dado cuenta que mi iniciativa de convertirlo en blog novela, se fue diluyendo con el tiempo. Y, así como inicie a escribir con mucha emoción, allá por el 2014, las ganas se fueron y se estancaron, con el último capítulo de “la carta secreta” (setiembre del 2018). No hay principio, no hay final, casi no hay nada; pero, tranqui, tranqui, que sí la voy a acabar y hasta la pienso publicar. 

Entonces, como te contaba, me propuse empezar a publicar mis historias en este blog; los poemas van a esperar, porque esos sí, al menos ya tengo una promesa de por medio, serán publicados en físico. Elegí este blog, como el espacio perfecto para esta aventura y de paso como que lo resucito un poco también; ahora bien, sé que muchos no leen el blog o les da pereza clicquear en el link para abrirlo, entonces, decidí también publicarlo en mi Facebook e Instagram personal (@kajovepi).


Mi intención, es poder publicar una historia por semana, de preferencia los domingos; estas serán historias interactivas ¿en qué sentido?, en que si gustas, podrás ayudarme a escribirlas (ya luego te contaré cómo). Por ahora, ten la certeza de que recibirás una notificación de la publicación; si cho, mis notificaciones te llegarán, como a las nueve de la madrugada, por ahí. Hasta la próxima. 


domingo, 14 de febrero de 2021

Iniciando la aventura

La mañana del domingo 07 de febrero de 2021, Karol Josep Vela Pizarro (es decir, este pechito), despertó con la idea y misión de participar en un curso para escritores amateurs (juniors, principiantes, noveles o como lo quieran llamar); de hecho andaba emocionado como cerca de dos semanas con esto del “quiero ser escritor”.

Durante los días previos, se despertaba pensando en que el día del curso, debía de levantarse temprano, que tendría que ir a casa de su madre para gorrear internet, pues, era consciente que si se conectaba desde su cell no hubiera podido hacer nada, sabía que el celu le iba a fallar, más aún si tenía a otros 459 compañeros y compañeras, en la misma sala zoom; así que no, no iba a poder llevar bien el curso. 


La noche del sábado 06, Karol se acostó con todo eso en la cabeza; con la idea de que tenía que despertarse temprano. A sabiendas de que su cuerpo es medio dormilón, puso la alarma al cell, con tres horas de anticipación para el inicio de las clases (el curso iniciaba a las 9.00 de la mañana). 

Definitivamente es flojo para despertarse, es lento para alistarse, se toma su tiempo para bañarse y preparar su desayuno; es más, a veces, en cuanto se despierta, lejos de hacer lo que tenía que hacer, toma su cell y se concentra en el revisando las actualizaciones de sus redes sociales (como si tuviera un montón de seguidores); y es así como el tiempo se le va. De manera que eso hizo, puso la alarma como tres horas antes (creo que ya lo dije) y se fue a dormir, soñando y confiando en que aquel domingo sería un buen día.  

A la mañana siguiente, Karol despertó como siempre, fastidiado por la luz solar que traspasa el vidrio de su ventana y que da directo a su cara; como hacía un poco de frío, se acurrucó más y más con la colchita que tiene. Y allí estaba, tirado en su cama, esperando a que la alarma suene, pues creyó que se había despertado antes que ella, se creyó un vivo; estaba allí, despierto, tirado en su cama sin más ni menos que haciendo hora, esperando a la alarma, alarma que ya le parecía raro que no suene; el frió y la intensidad de la luz le decían que aún era temprano, que recién son las seis de la mañana, o quizás seis y media; y que la alarma, sonaría dentro de media hora; pero, no había cuando, esa alarma se estaba demorando mucho en sonar. 


Creo que todos nosotros tenemos un reloj biológico, sí, ese que nos obliga ir al baño para depurar aquello que no nos sirve; el reloj de Karol se activó y, pese a tener frío, sueño y hambre (no sé por qué el hambre está aquí pero, es decisión del editor), se levantó y fue al baño. 


Antes de, como es costumbre, tomó su cell para ver si tenía notificaciones, ya sabes algún chisme nuevo en el Whatsapp; grande fue su sorpresa cuando el reloj marcaba las 8.20 horas, ¡la alarma no sonó!, y si esta lo hizo, no la escuchó. 

Desesperado, entró al baño, hizo lo que tenía que hacer y salió a toda carrera; como pudo, se cambió; acomodó sus cosas en su mochila; tomó su bicicleta y enrumbó en dirección a casa de su madre. A media cuadra de su casa, sentía que algo le faltaba -¡carajo!, ¡la mascarilla!- se dijo entre sí al no sentirla en su rostro; volvió a casa, tomó su mascarilla y a montar la bici otra vez, a manejar rápido, a pasar los semáforos en ámbar, a llegar a tiempo.