Dicen que el término “utopía” significa sueño, quimera, algo casi imposible de realizar; dicen, ¿quienes? no lo sé, pero así dicen. Ahora, Utopía también podría utilizarse como nombre de un negocio ficho, sí, de esos que parecen caros y en donde mantener tu membresía te puede costar un riñón; puede ser un restaurante tres tenedores, un club de golf o de poker, un hotel cinco estrellas e incluso una discoteca exclusiva.
Sí, así se llama esa discoteca medio pituca que hoy visitaremos, y no me refiero a aquella discoteca limeña que tuvo un trágico final, no; me refiero a una discoteca que recientemente se inauguró aquí en Moyobamba, ¿no sabes dónde?, pues allí, a orillas del Río Mayo. Llegar allí cuesta un poquito, pero vale la pena, al menos eso creo; y digo creo porque de momento no he tenido la oportunidad de ir allí. Me gustaría ir, siquiera una vez, darme un buen bailongo, entrar y conocerla por dentro, confirmar si ese juego de luces junto a esos tragos exóticos, son el pretexto ideal para volver siempre.
Como dicen que Utopía también es un sueño, me gustaría que sueñes conmigo; sueña, sueña que estamos en esa disco, sueña que estamos yendo a divertirnos un rato, a bailar hasta el amanecer, ¿qué dices? ¿te atreves?; yo ya me atreví, y ahora te describo lo que soñé.
Acabo de llegar a ese lugar, jamás pensé que un lugar tan exclusivo tenía que estar tan lejos de la ciudad, me tomó media hora en bote para llegar hasta la puerta pero, ya estoy aquí, en la puerta, dispuesto a entrar; de pronto, el de seguridad me dice -que no, que no puedo entrar, que las zapatillas que llevo puestas no hacen juego con las que usan los demás socios-; y la verdad es que esa fue una justificación tan barata que no me la creí.
Lo que este personaje no sabe, es que yo tengo un arma bajo la manga; entonces, antes de que me vuelva a dar otra justificación ridícula, meto mi mano al bolsillo de mi pantalón con flecos y saco mi tarjeta VIP, sí, una de esas golden, de color dorado, cuyo brillo te puede dejar ciego, y con la cual tienes entrada a todos los rincones de tan exclusivo lugar, es más, hasta puedes convertirte en el Dj de la noche. En cuanto vió mi tarjeta, el tipo quedó perplejo, supongo porque no pensaba que yo tenía una de esas; así que, se disculpó una y otra vez por el “malentendido”, y sin mayor reparo alguno, me dejó entrar, así, con mis zapatillas amarillas, con esas que por cada paso que doy una lucecita morada me brilla en los talones.
Si bien es cierto que esta tarjeta golden me dejó entrar, sin embargo, las golden no son tan suficientes como para conseguirte un lugar respetable; la discoteca estaba, completamente llena, todos los box estaban ocupados, no había un sólo espacio para mí, así que no me quedó de otra que ir a la barra, a sentarme al lado de esas heladeras llenas de “coronas”, vaya exclusividad.
Sí, es esa famosa canción “No Sé”; entonces yo, heredero de esos dotes de bailarin que el cosmo me ha asignado, empiezo a mover mi cuerpo a ritmo de esa sensacional cumbia; poco a poco voy abriendo espacio alrededor mío, la gente empieza a aplaudir y a dar vivas porque siga enseñándoles a bailar como se debe, el lugar denota una euforia única; la fiesta recién se armó.
Ya casi está amaneciendo, me he divertido un montón; sí, quizás el próximo fin de semana vuelva por aquí.