sábado, 27 de marzo de 2021

¿Y tus zapatillas?

En cierta ocasión, una chiquilla, cuyo nombre no recuerdo, tenía la gran necesidad de comprar ropa nueva a fin de renovar su closet; la verdad es que yo jamás entendí esa necesidad, no, por lo general no renuevo mi closet, tengo la costumbre de usar ropa barata, de comprar algo una vez al año o cada dos años o más tiempo, y si alguien me pasa un par de prendas yo feliz y cosas así y cosas así; de manera que esa práctica de renovaciones de closet, jamás entendí. 

Pero, esta chiquilla quería sí o sí renovar su closet, deseaba comprar ropa nueva y la verdad es que sus gustos eran muy peculiares. Dicen que las casualidades no existen, pero, a veces pareciera que sí; un día, ella tenía una cita con un grupo de amigas del colegio, era su cita mensual de viejas amigas, así que pensó que, antes de ir con ellas, pasaría por la tienda que lo tiene de todo, compraría ropa y quién sabe un par de cosas más. Tomó su cartera con algo de efectivo en ella, odiaba las tarjetas bancarias, subió a su auto y enrumbó a cumplir su misión. 

Al llegar a la tienda, empezó a recorrer cada uno de los cuatro pisos que había allí; esta era una tienda muy surtida, el primer piso estaba destinado a juegos de cama y dormitorio, el segundo piso tenía algo destinado para artículos y adornos del hogar; el tercero, ropa para damas y el cuarto para caballeros. 

Todo lo que compraría tendría que hacer juego entre sí; así que empezó por la sección dormitorio, dio un par de vueltas y se encontró con unas almohadas muy lindas de edición limitada pues su diseño era exclusivo, eran unas almohadas de color púrpura rellenas de plumas de pato negro, con unos bordados de estilo amazónico, le gustó tanto que decidió subirlas a su carrito de compras. 

Luego de ello, fue a la sección de cobertores, allí encontró una colcha finísima de color marrón, tejida con hilo de cabello de caballo piurano, los bordes tenían una cinta plateada; -sí, esta es ideal para el frío-, se dijo a si misma y, sin pensarlo dos veces, también la subió a su carrito de compras. Y así, seguía comprando más cosas, pasó por unos adornos para su sala, unos utensilios para su cocina y otros detalles; de pronto, se dio cuenta que no estaba cumpliendo con su objetivo principal, comprarse ropa nueva, así que, antes de que se le acabe el dinero de su cartera, subió al tercer piso y empezó con su búsqueda. 

Sacaba shorts, polos, camisas, pantalones de diferentes modelos, marcas y precios; algunos de ellos le gustaba, otros no; para saber si la prenda que tomaba era la ideal, pasaba al vestidor, se sacaba sus zapatillas y las colocaba en el sillón que hay dentro, se desvestía y se ponía la prenda elegida, luego, iba a pararse frente al espejo para modelar un poco y sacar sus propias conclusiones; si le gustaba, al carrito de compras y si no, pues las dejaba en el cesto de ropas probadas, -que las trabajadoras lo devuelvan a su sitio-, pensaba, -total, para eso les pagan-, decía y zas una prenda más al cesto.  

En medio de tanto alboroto, decidió comprar una ropa de dormir, ya sabes, uno de esos shorts pequeños con una blusa a tiras, que pueda hacer juego con las almohadas de plumas de pato y su colcha de cabello de caballo, que estaban en el carrito; buscó y buscó en medio de tantos modelos, hasta que encontró uno que podía ser el indicado, se lo puso, salió del vestidor y se fue a pararse frente al espejo, -perfecto-, se dijo entre sí, -esta es la prenda ideal para mis noches de sueños locos-, concluyó.

De pronto, vio su reloj y se dio cuenta que se hacía tarde para ir a su cita, se desesperó, pues sus amigas odian la impuntualidad, tanto es así que el castigo, para quien llegue tarde, era pagar el total de lo que se consuma, y ella, aparte de llevar unos minutos tarde, ya no tenía más efectivo para cubrir un gasto adicional. Así que, desesperada, tomó todo lo que separó para comprar, fue a la caja con menos gente y pagó su cuenta; salió de la tienda cual rayo, se fue directo al estacionamiento, subió a su carro y directo al restaurante. 

Al llegar, ya la cosa estaba perdida, ella era la última y, no quedaba de otra que resignarse que al final de la velada, ella tendría que pagar la cuenta. Cenaron, rieron, todas muy contentas; el resto de gente los miraba extraños, en especial a ella que tenía algo en particular, pero, ellas ni se percataban. 

Al final de la velada, pensó, -y ahora, ¿cómo voy a pagar todo esto?... ya sé, siempre traigo dinero de emergencia en el fondo de mis zapatillas…- miró hacia sus pies, se levantó de golpe y horrorizada gritó -¡mierda! dejé mis zapatillas en el vestidor de la tienda-, y se volvió a sentar mientras todos se reían. 


sábado, 20 de marzo de 2021

Estrella fugaz

Cuenta la leyenda, que si quieres pedir un deseo, no importa si es grande o pequeño, importa que sea un deseo; tienes que tener 3 cosas a tu favor. Primero, aguardar una noche de luna llena; después, mientras reposas bajo un árbol frondoso en medio del bosque, debes ver pasar una estrella fugaz; entonces, debes pedir tu deseo y he aquí la tercera cosa, en cuanto termines, debes escuchar el aullido de un viejo lobo feroz. 

Una noche cualquiera, pero no como cualquier otra, sino una noche cualquiera, salí a mi huerta, para, entre otras cosas, divisar el cielo y dar una ronda por entre mis plantas; no se puede hacer más nada, la pandemia no me deja salir. Allí estaba yo, parado bajo mi planta de guabas divisando el cielo, grande fue mi sorpresa cuando descubrí que había luna llena, entonces, recordé a mi abuelita y sus consejos; recordé, que los frutos se recogen en luna llena, que las plantas se trasplantan en luna llena, que los besos se roban bajo una luna llena.

Recordé también esa leyenda, ya tenía la primera cosa, la luna llena; ahora, el problema no era el árbol, sino el bosque, entonces, me dije a mi mismo: “no creo que la luna se dé cuenta que no estoy en medio del bosque, y que este no es un árbol frondoso sino, una eteca planta de guaba, cargada de frutos, sí, pero, eteca después de todo”.  Así que, confiado en mi intuición, me senté a reposar bajo ese árbol y rogué con todas mis fuerzas, el paso de una estrella fugaz. 

Al cabo de media hora, una estrella fugaz pasó, cerré mis ojos y pedí mi deseo (no creo en estas cosas pero, lo hice); al terminar de pedir mi deseo, no sé si por coincidencia o por casualidades de la vida, escuché, a lo lejos, el aullido de un viejo y ciego perro mestizo; “ojalá y cuente como lobo” me dije entre sí. 

Al día siguiente pues, me desperté como cualquier otro día, no le hice caso a mi ritual nocturno, total, sólo estaba jugando. De pronto, escuché como mi gato perseguía su desayuno en el techo de mi casa, fue una carrera de esas en las que sientes que todo el armazón del cielo raso caerá sobre ti; yo me enojé, porque eran casi las diez de la madrugada y esta batalla campal no me dejaba dormir. 

Así que y en contra de mi voluntad, me levanté de la cama, salí al patio de mi casa, subí las escaleras (pese a mi miedo a las alturas) para ver ¿qué pasa?, y no, no era el gato, eran las guabas que estaban golpeando el techo, avisandonos que ya estaban listas para ser cosechadas; bajé de las escalera, tomé una caña brava larga, le até una cuerda en una de las puntas, dejando un pequeño ojal y volví a subir las escaleras para iniciar con mi cosecha. 

Las piernas me temblaban de los nervios, los brazos estaban ya cansados por tenerlos alzados mucho tiempo y el cuerpo, el cuerpo lo sentía pesado, como siempre. En eso, no sé cómo ni con qué pretexto, se me ocurrió mirar hacia la calle, claro, desde la escalera se ve todo, y vi un automóvil rojo estacionado frente a mi casa. Yo no sabía qué es lo que hacía ahí, no tenía idea, y tampoco sabía quién lo había dejado allí, me intrigaba saber por qué ese automóvil estaba allí, ¿será que los de ATV de verdad me mandaron el carro rojo que me ofrecieron hace algunos días por mensaje de texto? ¿será que mi deseo de andar sobre ruedas se estaba cumpliendo? ¿será que me querían robar las guabas?

Bajé las escaleras, entré a mi casa, desayuné mi pan con huevos fritos y su infaltable café; al terminar, me lavé y salí a la calle para ver si el auto seguía allí, y no, no estaba allí; seguramente uno de los vecinos recibió una visita fugaz; quizás, el conductor detectó fallas y lo estacionó allí en tanto vaya por los repuestos; es probable que lo mío haya sido una visión, total, recién estaba despertando; a lo mejor si fueron los de ATV pero, como la enumeración de mi calle es un desorden, a lo mejor y se fueron a estacionarlo un par de cuadras más arriba; supongo, no lo sé, debí haber tenido un poco más de fé a esa estrella fugaz y creer en esa leyenda; puede que… en realidad ya no puede ser nada. 

Aquel automóvil ya no estaba allí, desapareció sin dejar rastro alguno, puso primera y se esfumó, se fue y con él, mi sueño y deseo también; así que, la próxima luna llena, tendré fé en aquella leyenda, me aseguraré de estar en medio del bosque, buscaré un verdadero árbol frondoso y a un viejo lobo feroz para que me acompañe en la velada, quien sabe y a los mejor esta vez, la estrella fugaz, me cumple el deseo.


sábado, 13 de marzo de 2021

Mariposas y Unicornios

Un viejo, no sé si conocido, pero, un viejo salmo decía, “cría unicornios y se convertirán en tus mejores amigos, sí, mejores que las mariposas, los perros, los gatos o cualquier otra mascota que puedas tener”.

Como les dije hace un instante, ¿no sé si alguna vez escuchaste o leíste este salmo?, ojo, no está escrito en la Biblia, y tampoco en los libros de cuentos de hadas, no. Este es un salmo peculiar, se pasa de boca en boca, y seguirá así, hasta que alguien se atreva a documentarlo. Tampoco sé, ¿cuántas generaciones la escucharon?, pero, un día cualquiera, me lo dijeron. Al principio, no le había dado tanta importancia, pues, como es obvio, no es posible hacer comparaciones entre seres mitológicos con seres reales, al menos, es así como yo pensaba antes de escuchar este salmo y antes de tener experiencias reales y cercanas con ambos.


A mi en lo particular las mariposas no tanto me gustan, siento que son pequeños animalitos hermosos, sí, pero, condenados a una muerte casi instantánea, creo que a las justas y viven uno o dos días. Y vaya que he tenido experiencias con mariposas, sobre todo cuando viajaba muy seguido; recuerdo que más una vez, en medio de esos tantos viajes, me he topado con cientos de ellas. Me acuerdo, por ejemplo, cuando visité San Pablo en la provincia de Bellavista, en el camino me encontré con miles y miles de mariposas blancas a ambos lados de la carretera; ese era un paisaje bello y cruel al mismo tiempo, porque, conforme el carro avanzaba, estas morían o aplastadas por sus llantas o en los parabrisas. 

Otra experiencia cercana, fue cuando fui a Sauce en la provincia de San Martín, en aquel viaje, me encontré con una mariposa que no dejaba de seguirme, hasta que le tomé una foto; cuando la mariposa vió que saqué la cámara, vino y posó frente a ella, sintió el flash, revoloteó un poco más y, se fue; creo que era de color amarillo con negro, y digo creo, porque, según las malas lenguas, dicen que soy daltónico, aunque, en mi defensa, diré que en realidad, nosé diferenciar los colores, y eso es algo más que el daltonismo como tal. Es justamente por esta razón, que las mariposas no casi son de mi agrado; porque, pueden ser muy bellas y coloridas y todo; y yo, yo sólo podré fotografiarlas y mostrarte mis fotos, pero, jamás, podré identificar bien sus colores. 


Por otro lado, ¿sabían que tengo un unicornio en casa?, y no me refiero a un peluche o un juguete o algo que se le parezca, no, me refiero a uno real, a uno de carne y hueso; y pues, esta es mi otra experiencia extrema, de la cual me gustaría contarles. 

Resulta que mi hija ama en sobre masía a los unicornios, sí, los ama un montón; su dibujo preferido tiene a un unicornio como protagonista, su vestido preferido es de unicornio, sus cuadernos tienen como portada a un unicornio; todo es de unicornio. 


Un día, mientras mirábamos tele, nos salió una oferta exclusiva; ¿qué creen? estaban vendiendo unicornios bebes a un buen precio, mi hija vió la publicidad y me pidió le comprase uno; al principio no quería hacerlo, porque nuestra huerta es pequeña, pero, luego averiguamos un poco más, y vimos que no era necesario tenga un espacio amplio y que podía comer cosas fáciles de conseguir; entonces, rompimos nuestros chanchos y, nos compramos el unicornio. 


Sí, ya sé que tú estás diciendo “este pata está loco, no tiene un unicornio, porque los unicornios no existen”; pero créeme, son reales, tan reales como tú, y te lo diré yo, que tengo uno en mi huerta. Allí está ese animal, muy pintoresco el; creo que es de color celeste (acuérdate que soy “daltónico”); con su único cuerno en la cabeza, que a veces le brilla y otras veces te asusta; tiene unos dientes que son medio blancos, un poco muelón el condenado; y un cola atercipelada, en un tono más oscura que su piel. Son los días de lluvia, los que más le agradan pues, sabe que cuando pare de llover, podrá ver el arcoiris salir y así, recordará a su familia y a su lugar de origen. 


Aunque come de todo, a veces se pone un poco exquisito con su dieta, sí, muy exquisito, tan exquisito, que prefiere las carnes rojas antes que el inguiri; puede que ello sea un poco raro, porque, ¿cómo un cuadrúpedo puede querer comer carnes rojas? ¿cómo? ¿en qué cabeza podemos decir que ello es posible?, pero lo es. Se ha convertido en nuestra mascota preferida.


Ahora que lo veo, y que lo vivo, es decir, ahora que tengo un unicornio en medio de mi huerto; y, recordando ese viejo y poco conocido salmo, puedo decir que sí, que los unicornios son los mejores amigos, no sé si para tí lo sea, tendrías que comprobarlo, pero, para mi hija y para mi, sí lo es. Es nuestro mejor amigo y es mejor que las coloridas mariposas.

sábado, 6 de marzo de 2021

Alfajores de betarraga

Hoy salí de casa con ganas de encontrar algo con lo cual pueda impresionar a quienes quiero; algo que me sirva para poder darles una muestra de cariño, no tanto algo como un beso o un abrazo, que es bastante común, a veces poco sincero y otras veces frío y monótono y hasta invasivo; sino, algo que sea más físico, algo que ellos puedan también disfrutarlo de la misma forma en que yo lo disfruto, algo que ellos y ellas también puedan sentirlo, apreciarlo, verlo y porque no, quizás hasta comerlo.

Me puse a pensar ¿qué puede ser eso? ¿cómo puedo hacer para lograr ese objetivo? ¿qué podría ser aquello que logre enamoralos y hacerles entender que los quiero de una forma tal, que, no podría alejarme de ellos tan fácilmente?. Pensaba y re pensaba en esa alternativa pero, de momento, no encontraba solución alguna. 


Decidí entonces, que quizás, una manera de encontrar la respuesta a esta pregunta, casi, casi existencial, sería, salir y dar una vuelta; ir a pasear un rato. Sin fijarme siquiera en el tiempo y en el espacio. Sin tener idea de los pasos, llegué hasta la plaza principal; empecé a caminar alrededor de ella, como dicen en mi pueblo, “a moler caña”; de pronto, vi a un pequeño acurrucado en una de las banquetas, tenía la cabeza gacha y se le veía llorando, sí, veía que estaba llorando desconsoladamente, las lágrimas no dejaban de caer de sus tiernos ojitos, que se parecían a las de un borrego que está próximo a ser degollado; me le acerqué y le pregunté:

-¿qué pasa? ¿qué tienes? ¿puedo ayudarte en algo?-

-pasa que llevo todo el día en esta plaza; estoy cansado y de hambre, no he probado bocado alguno, y lo peor, tampoco logré vender estos alfajores que mi mamá preparó la noche de ayer; con lo mucho que necesitamos el dinero, para poder comprar los pañales de mi abuelita-

-¿alfajores?- le dije, un tanto incrédulo; 


De hecho, vi la canastilla que tenía al lado y sí, estaba lleno de pequeñas “galletitas” de un color extraño, rellenas de otra cosa que no veía muy bien. Entonces, mientras pensaba en si podía o debía o no ayudar a este muchachillo, se me vino a la cabeza toda esa incertidumbre del inicio del día y que no me dejó dormir; ¿qué puedo regalar a quienes quiero?, y, pues, allí estaba la respuesta, podría bien, hacer llegar un alfajor a cada uno; siento que así los alegraré un poco, y siento que mi espíritu altruista se sentirá contento, luego de asaltar mi propia billetera y devolverle la sonrisa a este niño. Pero, como los colores de la galleta y de su relleno, no eran los clásicos colores de los alfajores, le pregunté. 

-¿por qué crees que no has logrado vender ni un sólo alfajor?, si hay mucha gente aquí-

-pasa que la gente desconfía del color de mis alfajores y de su relleno, más cuando les digo su precio- me respondió mientras levantaba su rostro para mirarme

-¿cuánto cuestan?-

-tres soles la unidad, señor-

-¡qué! ¿por qué tan caros?- le dije sorprendido

-ve, la gente se sorprende con el costo; pero, estos no son los clásicos alfajores que te venden en cualquier panadería, no, estos son alfajores hechos con harina de betarraga, por eso el color de las galletas; y su relleno es de manjar, sí, pero está hecho con leche de almendras; en realidad, cada uno debería costar el doble, pero, si no quieren pagar la mitad, imagínese el precio real- me restregó en la cara, mientras tomaba uno -tenga, pruébelo, cortesía de la casa- dijo con sarcasmo mientras me estiraba la mano con su alfajor maltrecho.


Lo miré, y en mi interior, mi conciencia me encaraba el nivel de mi estupidez, por hacer preguntas que no debía. Tomé la muestra, lo probé; no me lo van a creer pero, en cuanto dí la primera mordida, increíblemente llegué al cielo, no literalmente, pero, sí, llegué a lugares inimaginables; esa primera mordida fue toda una explosión de sabores en mi paladar, no se siente la betarraga y el manjar en su punto. Sí, esto llevaré a mi gente, algo nuevo, algo único, como mis sentimientos; algo que, estoy seguro, los va a enamorar y cautivar.

-Dame todos los que tengas- le dije con la boca llena, y mirando a todos lados, a fin de evitar que alguien más se acerque y se atreva a comprar al menos uno.

-¿todos?- me preguntó incrédulo -son algo más de 50- 

-sí, todos, y es más, te pago un sol más por cada uno-


Son casi las ocho de la noche, estoy a punto de volver a casa; mi crisis existencial ha sido resuelta, al menos esta que es la más fácil.