Cuenta la leyenda, que si quieres pedir un deseo, no importa si es grande o pequeño, importa que sea un deseo; tienes que tener 3 cosas a tu favor. Primero, aguardar una noche de luna llena; después, mientras reposas bajo un árbol frondoso en medio del bosque, debes ver pasar una estrella fugaz; entonces, debes pedir tu deseo y he aquí la tercera cosa, en cuanto termines, debes escuchar el aullido de un viejo lobo feroz.
Recordé también esa leyenda, ya tenía la primera cosa, la luna llena; ahora, el problema no era el árbol, sino el bosque, entonces, me dije a mi mismo: “no creo que la luna se dé cuenta que no estoy en medio del bosque, y que este no es un árbol frondoso sino, una eteca planta de guaba, cargada de frutos, sí, pero, eteca después de todo”. Así que, confiado en mi intuición, me senté a reposar bajo ese árbol y rogué con todas mis fuerzas, el paso de una estrella fugaz.
Al cabo de media hora, una estrella fugaz pasó, cerré mis ojos y pedí mi deseo (no creo en estas cosas pero, lo hice); al terminar de pedir mi deseo, no sé si por coincidencia o por casualidades de la vida, escuché, a lo lejos, el aullido de un viejo y ciego perro mestizo; “ojalá y cuente como lobo” me dije entre sí.
Al día siguiente pues, me desperté como cualquier otro día, no le hice caso a mi ritual nocturno, total, sólo estaba jugando. De pronto, escuché como mi gato perseguía su desayuno en el techo de mi casa, fue una carrera de esas en las que sientes que todo el armazón del cielo raso caerá sobre ti; yo me enojé, porque eran casi las diez de la madrugada y esta batalla campal no me dejaba dormir.
Así que y en contra de mi voluntad, me levanté de la cama, salí al patio de mi casa, subí las escaleras (pese a mi miedo a las alturas) para ver ¿qué pasa?, y no, no era el gato, eran las guabas que estaban golpeando el techo, avisandonos que ya estaban listas para ser cosechadas; bajé de las escalera, tomé una caña brava larga, le até una cuerda en una de las puntas, dejando un pequeño ojal y volví a subir las escaleras para iniciar con mi cosecha.
Bajé las escaleras, entré a mi casa, desayuné mi pan con huevos fritos y su infaltable café; al terminar, me lavé y salí a la calle para ver si el auto seguía allí, y no, no estaba allí; seguramente uno de los vecinos recibió una visita fugaz; quizás, el conductor detectó fallas y lo estacionó allí en tanto vaya por los repuestos; es probable que lo mío haya sido una visión, total, recién estaba despertando; a lo mejor si fueron los de ATV pero, como la enumeración de mi calle es un desorden, a lo mejor y se fueron a estacionarlo un par de cuadras más arriba; supongo, no lo sé, debí haber tenido un poco más de fé a esa estrella fugaz y creer en esa leyenda; puede que… en realidad ya no puede ser nada.
Aquel automóvil ya no estaba allí, desapareció sin dejar rastro alguno, puso primera y se esfumó, se fue y con él, mi sueño y deseo también; así que, la próxima luna llena, tendré fé en aquella leyenda, me aseguraré de estar en medio del bosque, buscaré un verdadero árbol frondoso y a un viejo lobo feroz para que me acompañe en la velada, quien sabe y a los mejor esta vez, la estrella fugaz, me cumple el deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario