Una noche cualquiera, ví, por la ventana de mi casa, un auto rosa pasar a toda velocidad; bueno, yo digo que era rosa, aunque es probable que haya sido de otro color. Me pareció sorprendente ver pasar este auto, de hecho, nunca antes ví uno de ese color, y menos en ese modelo; era un wolsvagen del ‘94, bueno, digo del ‘94 aunque en realidad yo no sé nada de autos pues, a las justas y manejo mi bicicleta y una moto sin embrague.
El chiste está en que a los pocos segundos que este auto pasó, escuché un fuerte golpe, algo así como un choque, inquieto salí de inmediato a la vereda de mi casa, a fin de ver ¿qué pasó?; y sí, efectivamente, aquel auto rosa estaba estacionado en la siguiente esquina, y la gente poco a poco estaba empezando a rodearlo; yo, como quería saber más detalles, también me acerqué.
Al llegar, una dama de unos 50 años bajaba de aquel carro, llevaba un vestido azul eléctrico extravagante, nada llamativo, y en sus manos un juego de llaves, parecía ser la única tripulante de este auto; estaba temblorosa, nerviosa, gritaba desesperadamente, sus ojos pedían ayuda pero al mismo tiempo quería huir.
Me acerqué más y me di cuenta del problema, aquel auto rosa provocó un accidente con una de las motos que venía del otro lado de la calle, no era para menos, a la velocidad con la que manejaba esta dama era fijo que podía ocasionar un accidente; entonces, comprendí que su frenada aparatosa, la inexplicable forma en que estacionó el auto, los gritos desesperados, no eran más que eso, que una grito de auxilio, de socorro, de -¡ayúdenme con el joven que acabo de golpear!-.

Cuando la policía llegó, sólo pudieron certificar la muerte del muchacho; el médico legista y el fiscal llegaron para ordenar el levantamiento del cadáver; aquella dama fue detenida y llevada a la comisaría para la toma de su declaración y se le inicie el debido proceso; un efectivo policial se encargó de conducir su vehículo rosa al depósito, y otros efectivos, subieron la moto a la tolva de la camioneta policial y se lo llevaron.
Han pasado dos días de aquel fatídico accidente, dos días desde el cual no puedo borrar de mi memoria todas esas horrorosas escenas; hoy, es el sepelio de aquel joven, que resultó ser un buen vecino; así es la muerte, nos agarra de sorpresa, es capaz de venir y usar cualquier medio, incluso, un auto rosa.
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