
En algún momento determinado de mi vida, en un día lluvioso como estos, encontré entre unas viejas cajas olvidadas en el almacén, un libro bastante curioso, una de las cosas que me llamó la atención de ese libro, es que si bien es cierto era viejo y llevaba años olvidados allí, sin embargo se mantenía intacto, libre de polvo y parecía nuevo; la verdad es que era un libro fantástico, del cual me enamoré desde su primera historia.
Allí descubrí, por ejemplo, que Benéfica, su nombre real, era una chica bastante noble, tierna, cariñosa, buena gente; vivía en un valle hermoso lleno de flores, su casa estaba en medio de un jardín y cerca a ella un pequeño río de donde nacía la base de un arcoíris; pero, este no era cualquier arcoíris, no, este era un arcoíris especial de ocho colores mágicos, sí, así como lo lees, tenía ocho colores (rosa, naranja, verde, amarillo, rojo, azul, morado y perla); si lograbas dar con el otro extremo de este arcoíris, todos tus sueños se cumplían.
Entonces, inventó un hechizo para ello, tomó su cetro, subió al torreón de su casa y desde allí se dirigió al valle repitiendo estas palabras: -speticus, rascus, nuscus, buscus-; de inmediato, la tierra empezó a moverse fuertemente cual terremoto de nueve grados al punto tal de partirse en dos, las plantas y flores cayeron en el fondo de esa abertura, el río empezó a secarse al tiempo en que el arcoíris se perdía; aquel hechizo le salió mal, en realidad no pensó que le saldría mal, pero sí, le salió pésimo y fue tan pésimo que, lejos de arreglar su jardín lo terminó por destruir.
Recuperar todo lo que había perdido era imposible, recuperarse de aquel dolor, lo era más; dicen que fue desde ese entonces en que Benéfica, se hizo llamar Maléfica, pues todo lo que hacía, lo hacía y le salía mal, muy mal.
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